Recopilo en esta entrada los enlaces a los cuatro textos que he escrito para el blog de la asociación Autonomía y Bienvivir en 2014.
¿Por qué elegimos esta forma desequilibrada de trabajar que consume el tiempo y la vida emocional de unos mientras otros quedan excluidos haciendo cola, y que ambiciona la ampliación de posibilidades para el futuro mientras degrada su base natural insustituible?
Divido el texto en cinco partes:
- El hastío de la actividad heterónoma
- La apatía de la pasividad heterónoma
- El disfrute de la pasividad autónoma
- El apasionamiento de la actividad autónoma
- La fertilidad de una sociedad autónoma
Política y autonomía
La autonomía no ha de identificarse con la desvinculación respecto al medio social en el que vivimos. Más bien es la sociedad la que define y da contenido a la posibilidad (y a veces al mandato) de actuar con cierto grado de independencia. Y esto lo hace a través de la política. ¿Qué clase de autonomía queremos concedernos entre todos? Esa sería la pregunta pertinente. La emancipación respecto a poderes públicos y privados dependerá de que logremos el consenso político necesario para que esta posibilidad sea valorada o al menos tolerada. Y esto nos lleva a la necesidad de definir una política para la autonomía. ¿Por donde empezamos?
Divido el texto en cinco partes:
- Del desarraigo a la autonomía
- Economía para la convivencia
- Política para la autonomía
- Política desde la autonomía
- Cultura y autonomía
Clima o exclusión
A menudo se nos pone en la tesitura de tener que elegir entre clima o economía, como si sólo hubiera una forma de entender la economía, la actual, y renunciar a ella implicase renunciar a la subsistencia. Sin embargo, la verdadera disyuntiva está entre clima o exclusión. Si decidimos mantener la exclusión, difícilmente podremos optar por mantener un clima habitable: siempre hará falta intentar crecer para crear nuevo empleo, y agravaremos el desastre que ya estamos provocando en lugar de facilitar una adaptación razonable.
Inclusión básica universal
Complementando las demás formas de inclusión con una Renta Básica daríamos cumplimiento efectivo a los derechos económicos y podríamos afrontar uno de los problemas esenciales de nuestra sociedad: una falta de libertad que nos lleva a ser irresponsables con el futuro común; carecemos de libertad para no buscar más crecimiento económico.
En lugar de compensar la desigualdad con nuevo crecimiento necesitamos una verdadera redistribución que garantice lo básico, decreciendo en lo excesivo y en lo insostenible, y posibilitando otras formas de prosperidad. La RB nos permitiría disminuir el consumo de recursos energéticos y materiales finitos sin que ello provocase exclusión social en la transición o en el reparto del trabajo restante. Esta disminución dependerá de otras herramientas pero no será viable sin cohesión social, sin una estructura de inclusión adaptativa.
Divido el texto en tres partes:
- Redistribución sin crecimiento
- La inclusión: uniendo las partes
- Instituir la libertad.