Desde muchos medios de comunicación se decía que “el movimiento 15m” estaba seriamente dañado desde los incidentes del parlamento catalán. ¿En qué se basaban para afirmar algo así? ¿No confundían deseos con realidad? ¿Acaso no se habían denunciado estos hechos violentos desde multitud de voces integrantes de las manifestaciones? ¿Por qué identificar entonces la violencia con todo un movimiento de descontento? Supongo que quienes apostaron por ese declive de las protestas hoy tendrán motivos para reflexionar. Donde el 15 de mayo se manifestaron miles, ayer lo hicieron decenas de miles.
Y es que no estamos hablando de una especie de “tribu urbana” a la que pueda acotarse fácilmente con etiquetas como “los indignados” o “movimiento 15m”. Con estas etiquetas, tan cómodas para los periodistas, algunos intentan -sin lograrlo- que el resto de la población, la que hasta el momento no ha participado de las protestas, se sienta ajena al movimiento, espectadora de lo otro, lo definido más allá de ella y sin haberla incluido. Pero los recortes sociales no afectan solo a quienes se han manifestado, degradan a toda la sociedad en favor de los privilegiados del Ibex (que ya no son españoles sino multinacionales). Hay muchos motivos para que toda la población se levante contra estas políticas impuestas por los mercaderes que han ganado la partida. Hay quien afirma que esta revolución necesita una bandera, símbolos, nombre, organización estructurada o incluso un nuevo partido. Pero lo que quizá necesita es no caer en la trampa de la identidad y en cambio concitar más conciencia social y más apoyo en torno al rechazo a lo que nos quieren imponer, y en torno a las medidas que debemos exigir, estas sí, muy concretas. Necesitamos ampliar el círculo de la conciencia, del conocimiento social.
Por ejemplo, en este país tenemos muchos “ratones votando a gatos” porque no saben que en realidad son ratones, ratones a los que aún les queda queso que roer y no acaban de ver como la carcoma legal que se está aprobando minará los cimientos de los que ellos también dependen. Por ejemplo, tenemos muchos empresarios, autónomos y ejecutivos de PYMEs relamiéndose con el prometedor despido barato y las rebajas fiscales cuando eso sólo conducirá al empobrecimiento de la sociedad que hasta ahora podía consumir sus productos y servicios. No todas las empresas son iguales y la tendencia legal que se viene imponiendo desde hace décadas, burbujas aparte, la imponen los peces gordos que quieren comerse a los “pezqueñines” que, sin embargo, ríen las gracias de los tertulianos mamporreros del gran capital. Por ejemplo, ¿Cuántas empresas dominan el mercado mundial de la alimentación? Cuatro. ¿Cuántas marcas posee cada una de estas empresas? Miles. Por ejemplo, cuando alguno de los que apoyan los recortes generalizados sin ser multimillonario cae gravemente enfermo y su clínica privada le remite -con trato impecable- a algún hospital público por no poder afrontar dicha situación, o porque el “cliente” no puede pagar tan costoso tratamiento, supongo que rezará porque la carcoma de los recortes no haya llegado a la unidad que le tratará. Por ejemplo -un ejemplo metafórico- si se liberaliza totalmente la pesca pensando solo en la campaña presente, se acaba con el caladero y al año siguiente sólo sobreviven las empresas que han triunfado hasta el punto de poder financiar una campaña de expolio en algún caladero tercermundista y paradisiaco. Liberalizar el mercado laboral, bajar impuestos y eliminar restricciones ecológicas es una forma engañosa de estimular a corto plazo la economía, equivalente a ir quemando la madera de la casa. Pan para hoy y hambre para mañana, con el añadido de que la madera quemada somos los trabajadores, convertidos en meros recursos deshumanizados al servicio de la competencia global de los titanes. Eso es el pacto del euro. ¿A alguien le han preguntado si está de acuerdo?
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