31 dic 2015

La utopía y sus caminos

Como hice el año pasado, recopilo en esta entrada los enlaces a los textos que he escrito para el blog de la asociación Autonomía y Bienvivir a lo largo del año que termina:



Hoy día la búsqueda del beneficio a corto plazo prevalece sobre cualquier criterio ético o de sostenibilidad en nuestro modelo económico. Si bien la política es el medio adecuado para cambiar este estado de cosas (que, de no cambiar, nos avoca al desastre) también nuestros hábitos de consumo e inversión tienen una gran importancia a la hora de orientar la economía.

En este ámbito las opciones están limitadas por el control de los mercados que suelen ejercer los principales oferentes, y por la insuficiente información acerca de todo lo que implica cada producto consumido o cada forma de invertir los ahorros. Sin embargo empiezan a emerger empresas que desde su constitución y en sus propios estatutos incluyen criterios éticos o políticos por encima de la rentabilidad. Es el caso de las empresas sin ánimo de lucro. En ellas el 100% de los beneficios deben ser reinvertidos en el propio negocio o en la comunidad; no pueden pagar dividendos con los excedentes. La importancia de este cambio de modelo es que apunta al corazón de los problemas: esa ética del lucro que pone a este como prioridad absoluta. La economía sin ánimo de lucro, por el contrario, incentiva facetas mejores de la naturaleza humana.



¿Tendría sentido hablar de trabajo en una sociedad utópica? ¿Cuál sería su papel en ella? ¿Acaso el cese del trabajo como actividad exigible implica el cese de toda actividad responsable? ¿Hasta dónde es razonable eso de negociar con la realidad para aceptar labores no deseadas, y a partir de qué punto la actividad no voluntaria pasa a ser una limitación para nuestras posibilidades de realización personal? ¿Qué actividades no voluntarias merecería la pena conservar en cualquier caso?



Las personas que no tienen como único ideario la maximización de su lucro, las personas con un mínimo de pensamiento propio y de autonomía, siempre llegarán a conclusiones personales sobre lo que conviene a la sociedad. Es normal que haya diferencias y es sospechoso que no las haya.

Por otra parte, la iniciativa política de cada persona es, además de un derecho, una necesidad y un valor a cuidar y a promover. No sólo por la reflexión y la valoración que puede aportar cada una; no sólo por la toma de conciencia de los problemas colectivos que implica esa iniciativa, sino también porque la expresión de esa pluralidad es lo que nos hace humanos.

¿Pero cómo llevar a la práctica una confluencia heterogénea que pueda desbancar la acción en bloque de la política hegemónica, seguidista y uniforme? La hipótesis que planteo aquí es que la clave no está en compartir un ideario idéntico e identitario sino en compartir un sistema: un sistema de participación, de confluencia y de consenso a partir de unos principios generales. Se trata de que la alternativa se entienda a sí misma como un espacio político plural que, de ese modo, pueda proponerse y defenderse como un todo ante el poder hegemónico, aun con sus flujos y cambios internos.

Divido el texto en cuatro partes:
  • Del 15M al M15
  • Sostener la confluencia
  • El valor de las minorías
  • “...las urnas son peligrosas”



Presentación del trabajo homónimo realizado de forma colectiva por la asociación y publicado en el blog de Antonio Turiel The Oil Crash.

Al igual que la ciencia avanza aventurando hipótesis que se refutan o se validan, es posible utilizar el pensamiento utópico como herramienta para intentar descubrir cómo sería una vida en común saludable para todos y adaptada a las limitaciones planetarias. En este caso la verificación, irreductible a las mediciones y al cálculo, deberá buscarse en el consenso a partir de una deliberación pública prolongada en el tiempo. Pero una utopía debe ser sobre todo inspiradora. Sólo podremos dar una respuesta adecuada al porvenir renovando el imaginario que nos permite organizarnos en algún sentido compartido.



Ya hemos tratado en este blog desde un punto de vista teórico la propuesta de adoptar una Renta Básica, (una cantidad que recibiría incondicionalmente cada persona con independencia de si trabaja o no). Lo planteábamos como una forma de garantizar una inclusión básica universal que nos aporte autonomía para decidir nuestro futuro libremente, haciendo posible, entre otras cosas, relegar la obsesión por el insostenible crecimiento económico. En esta entrada nos hacemos eco brevemente de algunas referencias actuales y de casos prácticos en torno a esta propuesta. Desde proyectos en curso a experiencias reales, incluyendo implementaciones parciales, desde el ámbito local al estatal, y tanto en países opulentos como en lugares empobrecidos.

Todas estas experiencias desmienten los prejuicios que suelen rodear a esta propuesta. Además de su evidente carácter emancipatorio, el resultado apunta hacia un mayor equilibrio socioeconómico, tan necesario en el momento presente: por un lado favorece un aumento de la actividad económica entre quienes menos tienen, y por el otro facilita una mayor conformidad entre quienes no tienen problemas económicos, permitiéndoles liberar parte de su tiempo en favor de otras actividades voluntarias, lo que a su vez implica liberar empleo en favor de quienes lo necesitan.

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3 comentarios:

Camino a Gaia dijo...

Tenemos un problema con la información. Siempre hay caminos. Pero la utopía del sistema no es acabar con las guerras, sino ganarlas. La utopía no es comprender sino dominar la Naturaleza. Nuestra utopía económica no es gestionar la riqueza sino expoliarla. El sueño del político es ganar las elecciones no servir a los ciudadanos.
Después de todo, aunque nos traten de ilusos, quizá seamos los mas realistas.

Javier Ecora dijo...

Qué bien expresado.
La consecuencia de haber abandonado el pensamiento utópico es que los tecnócratas de "el fin de la Historia" nos dibujan sus propios objetivos en sustitución de lo que sería mejor para todos.

Javier Ecora dijo...

Sin duda el pretendido realismo de la competición económica y de la desconfianza mutua es el menos realista de los planteamientos, el que no tiene en cuenta los límites del marco natural en el que se juega ni el significado de la plenitud humana. Los obsesos del recelo observan cómo se depredan los animales pero omiten la prevalencia de su cooperación y omiten, sobre todo, su conformidad: capturan sólo lo necesario para seguir vivos y nada más. Eso es realismo.