Aunque casi todos tengamos parte en los efectos de nuestro sistema económico y social, en realidad hay unos responsables que lo han organizado y administrado premeditadamente. Ellos son los que se benefician tanto de las burbujas como de las crisis, tanto del desastre climático como de los desafueros humanitarios. Ellos son los que siempre han tenido la información completa, y los que no se han desentendido de la política sino que en lugar de ello, utilizan una enorme cantidad de recursos para financiar lobbies de presión política mientras aconsejan a los demás, como hacía Franco, no meterse en política. Son los que sostienen un ejército de tecnócratas que transitan entre lo académico, las empresas, la política y los medios de comunicación de masas, y que ahora nos piden trabajar más y cobrar menos, más flexibilidad laboral, menos protección frente al paro, menos pensiones, recortes en la sanidad y en la educación públicas, etc. Y no se trata de una conspiración oculta sino de una confabulación descarada y publicitada hasta venderse como “lo normal”. Incluso hemos podido leer a algún analista económico que en la crisis actual los políticos deberían emular a Churchill cuando pidió a su población “sangre, sudor y lágrimas”, a pesar de que se ha reconocido públicamente que el origen de la crisis está en la especulación llevada a cabo por los bancos y su competición, ciega a todo lo que no sea su propio crecimiento. Y siguen en ello.
Nos dicen, como si no hubieran perdido su credibilidad, que esos sacrificios que se nos imponen acabarán creando crecimiento y empleo, (la zanahoria del burro hambriento que ha de tirar sin fin y sin calmar el hambre). Y aun suponiendo que dicho empleo llegara ¿de qué van a vivir entre tanto los que permanezcan en el paro? Si durante mucho tiempo no va a haber empleo para todos, ¿cómo se nos va a exigir a todos que encontremos uno para subsistir? ¿El estado como regulador de la economía no tiene acaso responsabilidad sobre la subsistencia de todos los ciudadanos? ¿Lo de pedir sangre, sudor y lágrimas sale en alguna fórmula matemática? ¿No es una opinión política camuflada entre tecnicismos? ¿No será menos sacrificado que algunos privilegiados sigan viviendo bien con la mitad de rentas en lugar de "sudar, sangrar y llorar" todos los demás?
"El dinero" - Frantisek Kupka - 1902 |
El triunfo actual del gran capital ha sido allanado por tecnócratas formales y aparentes que viven de este sistema social e inundan los medios de comunicación con sus cálculos para el crecimiento de los beneficios. La sociedad entera gira en torno a estos cálculos del crecimiento medio. Pero la economía es una ciencia sólo a partir de unos supuestos políticos: las fórmulas sólo determinan la manera óptima de funcionar dentro de unos límites y unos objetivos. Y estos los fija la política, en función de los principios o de los intereses que se quieran favorecer. No es lo mismo buscar el crecimiento medio que el crecimiento económico de todos, o la estabilidad económica, o en su caso, el decrecimiento. La política determina qué límites ambientales nos exigimos, qué grado de equidad o de desigualdad nos parece aceptable, qué sector se ha de favorecer o qué consumo se ha de retraer, y cómo se deben financiar los recursos públicos que se consideren necesarios. Preocupémonos pues de la política, que es donde está el origen; la política que controlan las multinacionales con sus lobbies en lugar de los ciudadanos; la política que creó y todavía tolera, por ejemplo, los bancos de inversión, que no son la causa de la crisis sino el medio del que algunos se han servido en las épocas de auge para enriquecerse y ahora para exigir reformas legales a su favor. La política que decide cosas como que los beneficios de especular en bolsa a corto plazo creando burbujas de precios deben gravarse menos que los trabajos cualificados que aportan valor a la economía real. La política que permite que las mayores empresas acaben pagando sólo un 10% de impuestos en España. (Ver artículos (1) (2) (3)). En definitiva, la política que actualmente está regulando la inseguridad económica de la sociedad a instancias de “los mercados”, (entre otras cosas para que los seguros privados puedan vendernos lo que ya llaman su “protección financiera” contra esta inseguridad, en forma de planes de pensiones, seguros de vida, seguros médicos, etc.)
Los capitalistas no ven admisible que se limite el crecimiento de sus beneficios. No ven ningún daño social en ese crecimiento permanente. Pero no ven tolerable que los salarios participen de esos beneficios o que crezcan si quiera lo mismo que la inflación. Eso les parece el colmo de los males económicos. Para su propia economía, claro. La población puede sufrir mientras los datos que les importan indiquen crecimiento. Pero los beneficios no serían posibles sin la aportación del trabajo, sin la aportación de las infraestructuras públicas o sin el “valor añadido” por la educación y la sanidad otorgada a la población con el dinero público. Tampoco serían posibles esos beneficios sin las innovaciones del pasado, de las que se sirven los empresarios actuales y a las que contribuyó el trabajo y la creatividad de muchas generaciones de trabajadores y que ya son propiedad colectiva. Sin embargo, desde sus potentes medios de comunicación se demoniza cualquier forma de compensación por todo este valor del que se aprovechan. ¿Quién decide esta diferencia de trato para los ingresos de unos y otros? ¿Quién decide qué resultados son aceptables para la economía?
"Se aprovechan" - Francisco de Goya - 1863 |
Que no debamos sentirnos cómplices no quiere decir que no tengamos responsabilidad. La tenemos en la medida en que tenemos la posibilidad de aportar cambios uniendo voluntades. A pesar de los errores individuales de una población que ha asumido el objetivo personal del crecimiento material competitivo, los verdaderos promotores del desastre económico están saliendo indemnes o incluso reforzados de esta crisis que sufrimos los demás. Todos podemos mejorar mucho en nuestras opciones particulares, pero sobre todo debemos valorar mejor el bien público que es nuestra organización social, su realidad y sus poder; concienciarnos de que es un poder que debemos gestionar desde la reflexión individual responsable y participativa, desde la conciencia política. Porque es en la determinación de “las reglas del juego” donde está el principal origen de los problemas. Podemos y debemos ser condicionantes de la organización económica y social.
---
---
2 comentarios:
buen trabajo, hay que concienciar a la gente de todo lo que está pasando.
Gracias. En ello estamos. Cada cual llegando a quienes pueda llegar.
Publicar un comentario